domingo, 15 de febrero de 2009

Estimados compañeros de la promoción 2003/2005 y distinguidos profesores del Instituto Padre Suárez:

Esta noche delo 30 de mayo de 2005 significa el final de un ciclo para nosotros, los alumnos de 2º de Bachillerato, pero, principalmente, se trata del final de una etapa de nuestras vidas. La vida del estudiante de es, como todos sabemos, muy diferente de la del universitario, y a lo largo de este período nos hemos estado preparando física e intelectualmente, con todo lo que ello conlleva, para este salto tan significativo. Y en este punto, todos los aquí presentes tenemos algo en común, que es la elección, voluntaria o forzada, del instituto Padre Suárez como centro educativo y de enseñanza.

Yo, particularmente, quise en su momento venir al Suárez por tres razones, que además estimo que se corresponden con los rasgos más característicos de este centro y que, por consiguiente, lo distinguen de los demás y lo definen como un instituto único.

En primer lugar, hay que reseñar que el Suárez es una casa de locos. Cualquiera que entra aquí por primera vez y ve esto se lleva las manos a la cabeza, pero es ésta la única manera de que las cosas aquí funcionen; y es que, si no el Suárez ya no sería el Suárez. Pues bien, uno de los aspectos que más me cautivó fue la vida del alumno del Suárez. El espíritu del Suárez se caracteriza por la existencia de un ámbito amplio en el cual el alumno puede y debe ejercer su libertad, espontaneidad y espontaneidad, siendo un ejemplo manifiesto de todo ello las visitas a nuestro amigo Dani en la París, que es, sin duda, como nuestra segunda casa. ¡Y esto es tan importante como los estudios en ese camino de preparación hacia la vida universitaria! Sin embargo, a lo largo de los cuatro años que he pasado aquí, he podido observar como las puertas de la habitación se han cerrado, el aire triunfal no entra y nadie añade leña, de manera que el oxígeno y la madera se consumen y el fuego de la lareira se apaga paulatinamente. ¡Aún así, nosotros somos portadores de ese espíritu, la llama viva que hizo, hace y hará distinto al Suárez!

En segundo lugar, como consecuencia derivada de lo anteriormente dicho, los alumnos del Suárez son muy diferentes a los de otros centros. Una gran parte de nosotros vinimos de colegios concertados y somos conocedores del estamentalismo, envidias y rencores omnipresentes en ellos, y que aquí aparecen también, por supuesto, pero de manera mucho más soslayada gracias a la libertad y al cosmopolitismo de este centro. A pesar de ello, como en toda relación de conveniencia… ¡perdón!... de convivencia, tuvieron lugar buenos y malos momentos, siendo, tal vez, estos últimos los más útiles para nuestra formación. Sin embargo, esta noche es nuestro último gran momento juntos y debemos olvidar todos nuestros desencuentros y desacuerdos con el fin de pasar una velada inolvidable, puesto que es muy posible que muchos de nosotros no nos volvamos a ver en mucho tiempo.

Y en tercer y último lugar, los profesores. Para mi ha sido un honor, un orgullo y un privilegio tener a este profesorado, que yo creo que nadie dudamos que casi todos ellos se encuentran entre lo mejorcito de Granada y Andalucía. Yo quisiera agradecer públicamente, en esta altura, su esfuerzo y dedicación a lo largo de este tiempo, si bien debo decir que en algún momento se han distanciado de la realidad del alumno, con la mejor intención, cabe duda, pero claro está que hemos pasado etapas de mucho agobio y mucha presión a lo largo de este curso, aunque no ha de olvidarse que todo ello está causado en última instancia por un sistema educativo nefasto: la LOGSE.

Pero, ¡señores, aquí estamos! Y si hemos sido capaces de resistir y sobrevivir a un 2º de Bachillerato en el Suárez, seguro que podemos superar cualquier obstáculo que se nos ponga por delante. Por eso vamos a disfrutar al máximo de esta noche, porque ¡ya acabó el instituto! Y mañana… ¡que abajen los pastores!

Muchas gracias.


Fdo: Nemesio García Carril Puy